Ortega y Gasset: El hombre y su circunstancia
Con referencia a los contenidos de su conferencia “Circunstancia y acontecimiento en la aventura filosófica de Ortega”, José Carriazo Ruiz comentó que había tratado “de unir, por un lado, el proyecto del Centro de Filosofía Clásica de la FFyL de la UNCUYO sobre el acontecimiento, el sujeto invertebrado y la hermenéutica con el concepto de ‘circunstancia’ en la filosofía de Ortega y Gasset, que es el más conocido y que se une al yo. En este marco, la circunstancia sería el objeto, y el yo, el sujeto que siempre es individual y la unión de ambos que para Ortega son inseparables. Sujeto y objeto son como esos dioses como Jano, que miran principio y final, que observan el pasado y miran al futuro. Es esa unión del yo y la circunstancia, a través del acontecimiento, que es el hecho o suceso, aquello que nos ocurre a los seres humanos, a los animales y a las plantas. Ante un suceso, como una sequía, por ejemplo, cada uno de ellos busca herramientas para garantizar la supervivencia”.
“Además –continuó- el ser humano cuenta con una herramienta privativa de su especie: la razón. Ella le permite acceder al logos, a la idea que, llevada a la circunstancia. le permite, primero, pensar, después habitar y por último construir junto a otros seres humanos, en comunidad, para transformar. Lo mismo que decía Heidegger en 1.951, pero en orden inverso: Para el alemán, primero se construye, luego se habita y por último se piensa. Para Ortega no: el hombre primitivo o salvaje primero piensa, después habita la cueva o el refugio rocoso, lo que encuentra habitable en su entorno y, finalmente, sale de la cueva, de la montaña, y construye como resultado del pensamiento. Así surgió la famosa frase ‘Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella, no me salvo yo’”, explicó el filólogo y lingüista.
Joan Corominas en Mendoza
En otro orden de cosas, Carriazo Ruiz participó como conferencista plenario en las JELing 2023, con el tema “Diccionarios históricos y diccionarios etimológicos: Corominas en Mendoza (1939 – 1945)”. Al ser consultado sobre la envergadura de la obra del lingüista catalán, quien vivió en la provincia, el investigador afirmó que “su importancia se vincula con el Diccionario Etimológico de la Lengua Castellana que se publicó en 1.980, y que es continuación del Diccionario Crítico Etimológico Castellano que se publicó en 1.954”.
“Corominas nació en Barcelona, en 1.905 y desarrolló sus estudios en Madrid, en el Centro de Estudios Históricos con Américo Castro, Ramón Menéndez Pidal sobre etimologías catalanas. Él era catalanista y vivía en Barcelona cuando estalló la Guerra Civil en 1.936. Pasó ese lapso formando parte de las milicias nacionalistas catalanas. En 1.939, en febrero, cuando Barcelona cayó en manos de los sublevados, de los militares, huyó a Francia, en compañía de su esposa. Se había casado el año anterior clandestinamente, porque las bodas religiosas estaban prohibidas en la Barcelona de la guerra. Se vio obligado a buscar trabajo porque no podía continuar desarrollando sus funciones en la Universidad de Barcelona. Formó parte del grupo del exilio de fines de la guerra de 1.939. Tramitó su viaje a Argentina, a través del Instituto de Lingüística de la Universidad de Buenos Aires, de Amado Alonso y de Ramón Menéndez Pidal, quienes garantizaron que no había sido un ciudadano subversivo, ni comunista ni anarquista, si bien era republicano. En aquella época, en Argentina no se admitían exiliados con antecedentes subversivos, según consta en el Centro de Documentación Histórica de la UNCUYO. En noviembre de 1.939, se fundaba la Universidad Nacional de Cuyo, para la que precisaron profesores, tanto para la FFyL como para el Instituto de Lenguas Vivas. Entonces, Joan Corominas fue contratado en París, en 1.939, para un curso en la casa de estudios cuyana. Este curso comenzó en 1.940. En el Centro de Documentación Histórica pueden verse recortes de prensa que muestran a un joven Corominas, de 33 años, con sus gafitas, recién arribado al país”.
“El diario Los Andes informaba que el profesor ‘Juan Corominas’ impartiría las asignaturas de Gramática Castellana y Lengua Castellana en la FFyL. Al asentarse en Mendoza, el catalán fundó el Instituto de Lingüística que hoy lleva su nombre, y durante un tiempo desempeñó funciones como bibliotecario. Participó en la compra de libros para la biblioteca, sobre todo diccionarios”.
“Antes de que comenzara la guerra –continuó relatando Carriazo Ruiz- Corominas estaba preparando un diccionario etimológico catalán, pero en Mendoza decidió abandonar ese proyecto, que concluiría después, a partir de los años ‘80 del SXX. Decidió cambiarlo por un diccionario etimológico castellano. En 1.941, se publicaba en el diario Los Andes la noticia de que se estaba preparando ese trabajo. El mismo vería la luz en Suiza, cuando Corominas ya era profesor de la Universidad de Chicago (partió desde Mendoza hacia Chicago en 1.946). Este texto es el Diccionario Crítico Etimológico Castellano que, a partir de 1980, sería también Hispánico, y de lectura obligatoria para todos los estudiantes”.
“Lo interesante del paso de Corominas por Mendoza es que introdujo, en el diccionario, algunos elementos que conocía de las excursiones que hacía. Era muy aficionado al montañismo. En Cataluña visitaba los Pirineos. Tiene un diccionario también sobre los nombres de esa región: denominaciones de fuentes, de pasos. Trasladó su devoción por la montaña a Mendoza. También se aficionó al mar, por lo que viajaba frecuentemente a Chile. No era lo mismo el Pacífico que el Mediterráneo, al que echaba de menos. Sin embargo hallamos algunas noticias de Corominas, quien extrajo algunos datos de la prensa: ‘He leído en Los Andes del 14 de febrero de 1.943 que utilizan la palabra huebio para designar el arte de pesca, de origen quechua y que se utiliza en la zona central de Chile. He conocido este término por un amigo pescador chileno, con el que compartí viajes en barca durante unas vacaciones del año pasado…’. Es muy interesante, en un diccionario de 12.000 páginas, hallar esos pequeños detalles de ese joven investigador treintañero que recorría las montañas y las costas que rodeaban la región”, concluyó Carriazo Ruiz.